Mis poemas
siempre empezaban en tu boca,
jugaban en
tus labios nigromantes
a recoger
flores y rocío,
se entretenían
con tus ojos
hasta que
los vencía la luz del atardecer,
después bajaban
a tu cuerpo
y se perdían
en el abismo
sin retorno
de tus hojas.
Comentarios
Publicar un comentario