El Candidato
Ahí va el Candidato, avanza lento entre la multitud que no
deja de vitorear su nombre, pudiera parecer la escena de cualquier plaza o
pueblo, pero no, ahora es diferente a los miles de mítines que ha hecho en cada
uno de los municipios del país, las arrugas de su rostro han cedió espacio a
una sonrisa que no se disipa, lo gritos siguen y la emoción se contagia como un
brote de sarampión entre los presentes.
“Ahí viene" el Candidato, “ahí va”, llegando hasta lo
más cerca de la gente, simple, repartiendo saludos como tantas otras veces, quizá
mirando en el brillo de los ojos de las personas el brillo que irradia su
propia mirada, la esperanza que ahora ha dejado de ser una frase de campaña,
que se ha instalado esta noche en el corazón de la capital mexicana, justo ahí,
en Zócalo que ha pisado tantas veces.
¿Cuánto tiempo ha pasado? 93 días, no, han sido más,
muchísimos más, cuatro mil 546 días, sí, 12 años desde que dio el primer paso
en su camino para llegar a este momento, de recorrer el país una, otra y otra
vez, miles de kilómetros, miles de rostros que han puesto su fe en él, miles de
discursos, pero ahora es su momento.
En la pantalla aparece la camioneta del Candidato y estalló
el Cielito Lindo de entre los miles de asistentes, cuando entra al Zócalo
pareciera que el asfalto vibra, la gente se arremolina en su vehículo, apenas y
avanza entre los policías, reporteros y seguidores. Son apenas unos metros lo
que lo separan del templete, cuando sube los fotógrafos apresan sus cámaras y
apuntan a él, enardecen los flashazos, también la televisión apunta sus
reflectores hacia el Candidato, alza la mando y las matracas de desbordan, las
porras, los aplausos, las pancartas, las banderas, las manos, la multitud se
vuelve una sustancia vibrante, una expresión de euforia parpadeante.
En la plancha capitalina no hay cabida para la calma, ni un
centímetro, la gente palpita, gritan su nombre, “¡No nos vayas a fallar!”,
“¡Estamos contigo!”, “¡Presidente, Presidente!”, “es un honor estar con
Obrador", “sí se pudo", todo es un murmullo interminable de voces; el
fondo del escenario también es un derroche de color, las luces se funden con
las tiras de papel en el aire, se entremezclan en una danza área sobre los
miles de rostros presentes, con la Catedral a su espalda y el Palacio Nacional
guiñándole el ojo a su izquierda.
Ese corazón de la Ciudad de México que poco a poco se fue
llenando de seguidor que brotaban de entre sus calles iluminados por las farolas
ámbar y entre los muros de cantera, de los túneles del Metro, que andes que llegara ya cantaban su victoria, entonaban el “México
lindo y querido”, desde lo más hondo de sus gargantas, al ritmo de un mariachi
que no perdía el ritmo.
De cara a aquellas almas, el Candidato se acerca al podio,
al par de micrófonos que lo esperan, el clamor se apaga y se vuelve en un
bisbiseo entre el hervidero amorfo de cabezas sobre el asfalto, alzan su
celular, enfocan en aquel rostro de pelo
blanco que los mira de frente, esperan sus palabras luego de una jornada
electoral en vilo.
El rumor del fraude se difuminó con forme se dieron a
conocer las primeras tendencias y este 1
de julio ganó la democracia, los votos le dieron el triunfo al candidato de
izquierda, al disidente, al hombre que hace más de 20 años salió Tabasco
encabezando protestas, tomando pozos petroleros, al controversial jefe de
gobierno del desafuero, el que acusó de fraude en el 2006, el del frijol con
gorgojo.
Al fin habla el Candidato “amigas y amigos – entonces la
gente vibra- vengo a agradecerles por su apoyo, por su confianza, desde este
Zócalo de la ciudad de México, corazón político, social, cultural de nuestra
República, un saludo a todos los mexicanos, mi agradecimiento sincero”.
En su rostro no disimula la alegría, detrás de él están su
esposa y su hijos, también la candidata a gobernar a Ciudad de México, habla
lento, como de costumbre y recuerda que este triunfo pertenece a todos y todas, es el esfuerzo de muchos
dirigentes sociales, políticos, ciudadanos, indígenas, obreros, estudiantes, de
todas la clases sociales, de todos los sectores, de todas las religiones.
“No les voy a fallar, no se van a decepcionar, estoy muy
consciente de mi responsabilidad histórica, no quiero parar a la historia como
un mal presidente”, frente a él, al unísono, las gargantas responden a coro “no
estás sólo”.
Al final, un abrazo, el clamor amoroso a sus seguidores a
quien les dice el él los quiere tanto como ellos a él, “quizá un poco más”,
pero antes que termine la fiesta la gente vuelve a cantar, ya no el mariachi,
al final en el Zócalo retiembla el Himno Nacional en su gargantas, para decirle
adiós a su Candidato, a ese hombre de pelo cano y voz pausada que a encontrado
en millones de mexicanos eco en sus voces, al discrepante, al nuevo presidente,
a Andrés Manuel López Obrador.
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