Segunda parte
Habría
que encontrar la manera de volver la vista atrás sin encontrar su mirada
vagando por cada calle y cada verso, sin embargo siempre que volteó un viento rancio
me golpea en la cara y trae hasta mí cada detalle de aquellos momentos. Lo peor
de la distancia no es el espacio vacío que puebla la vida, sino los cientos de corazones
errantes vagan tratando de encontrar los caminos que algún día los unieron.
Durante
días la carta me dio vueltas por la cabeza, no me atrevía a preguntarle algo a
mi asistente. Isaac tenía apenas tres de
haber ingresado al periódico y llevaba un par de meses ayudándome directamente,
era un tipo alto, pálido, apasionado del periodismo e inteligente. Desde un
principio y poco a poco nuestra relación
fue mejorando hasta volvernos buenos amigos dentro y fuera de la redacción.
Al
llegar a mi oficina el lunes siguiente ya estaba ahí, revisando una pila de diarios
y un par de revistas, lo salude despreocupado, tratando de ocultar mi ansiedad
y fuese él quien sacara a colación la carta, pero permaneció inmóvil inmerso en aquellas páginas, como cualquier otro día.
-¿Qué
tal amaneció México, hay algo interesante en los periódicos?- le dije.
-No
mucho, solo un par de reportajes, sin embargo
en Internet hay una nota sobre el aseguramiento de armas en San Luis Potosí, al parecer iban rumbo a Guanajuato
o Querétaro, pero hasta el momento la procuraduría no ha dado más información-.
-¿Es
el segundo en el mes en la zona verdad? Mantente pendiente y metes toda la información
a mi archivo. También llámale a Miguel Ángel para que esté atento de lo que
diga la PGR, sobre todo que averigüe a que grupo pertenecía-.
-¿Crees
que tenga algo que ver con tu investigación?-.
-Puede
ser. A estas alturas es casi imposible tener la certeza si armas, muertos o drogas
pertenecen a tal o cual cártel. Pero no
podemos descartar que pertenezcan a la organización.
Me
dirigí a la ventana, la mañana en la ciudad de México parecía brumosa, una
llovizna opacaba el cielo de la capital haciendo eco en cada calle de una
nostalgia de siglos atrás e historias pérdidas entre sus avenidas, plazas y
parques. Apenas se divisaban a los viejos edificios y a un centenar de personas indiferentes unas a
otras. El vaho del cristal nublo mi mirada. Había cambiado tanto este sitió en
los últimos 30 años, muchos de los lugares que para mi vida representaban un
lugar significativo habían desaparecido. La urbanización nos comió a todos sin
darnos cuenta, nos volvió seres invisibles y anónimos, desmemoriados de las
caras y las siluetas.
Ecos
de historias perdidas en los anchos mares del olvido; amores inconclusos,
escritos con puntos suspensivos sobre papeles borrados por el oleaje de la
vida, playas en donde encallan los residuos de la humanidad, botellas con
mensajes de náufragos – a los que el mundo llama poetas- con recetas contra la
soledad, con remedios para los callos, con mapas astrales que llevan siempre
hacia ningún lugar. Sujetos que nunca fueron verbo, verbos que nunca
encontraron su sujeto, sujetos anónimos destinados a ser protagonistas de una
novela llamada “Olvido”, personajes anónimos dentro de vidas anónimas.
Anónimos
como los conductores, anónimas las putas, anónimo el amor cuando se vuelve
olvido, anónimos los rostros, anónimos los amigos del colegio, anónimos como
las piedras de un río; como las olas que golpean la arena de una isla anónima,
perdida en el mar pacífico; anónimos los pasajeros del Metro, anónimos de
nombre, de edad de fechas y hora. Anónimos los nombres que no reconocemos en el
historial de nuestra vida, a pesar de estar ahí; anónimos los muertos que
murieron muchos antes que nosotros hubiéramos nacido, anónimos los embriones
que nunca vieron la luz; anónimos lo amantes que nunca se conocieron y aquellos
que supieron que eran el uno para el otro desde la primera vez, anónimas las
parejas que caminas por anónimas aceras de todas la ciudades del mundo, cuyos
nombres sustituimos por indefinidos pronombres para hacer menos su efímera
existencia en nuestra vida.
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