No se puede estar más solo que en el aire
donde
el oxígeno se recicla
con
las penas a bordo
y
las nubes no son más que un rastrojo
del mundo que como llegan desaparecen.
En
el avión la gente duerme
y entre llantos de niños
y
bostezos te escribo
en
la solapa de un libro.
Mi viaje ha sido largo,
pero todo apunta a Nueva York
y a tu cuerpo,
la
ansiedad de tu boca
desborda
mi alma,
tengo
demasiados años
para
empezar de nuevo
y
muy pocos para la muerte,
entonces, solo queda el amor.
26 de febrero de 2016 abordo de un vuelo de Iberia
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