Manhattan

La vi caminar por Manhattan, con el paraguas roto y el cuerpo crispado por la lluvia, en los escaparates su silueta se multiplicaba hasta el infinito, el viento flanqueaba su cabello y jugaba con los mechones rebeldes de su frente con sus  invisibles dedos. La vi doblar en la St 52 y perderse en el vapor de las coladeras, hasta la mesa del café me llego su perfume  y empañó la ventana.

Juro que era ella, de su abrigo había empezado a desprenderse las gotas heladas de agua dejando un rastro dorado en la acera, su mirada perdida y sus pasos impávidos golpeando los adoquines en medio del caos de los taxis amarillos, autobuses y muchedumbre. Era ella, reconocería supuesto andar en cualquier sitio a pesar de mi miopía y  astigmatismo, juro que era ella o al menos su recuerdo que últimamente me sigue a donde quiera que voy, como un apéndice de mi libreta o corazón.



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